Hace dos días
me quedé a charlar con una de mis alumnas, y me dijo algo que me ha sorprendido
mucho; ella dijo que no me quisieron decir nada respeto a la nueva dinámica de los
retardos; por la noche camino a casa me preguntaba: ¿Será que el primer día que
tuve la oportunidad de dirigirme a ellos lo hice de manera tan incorrecta que mis
estudiantes ni siquiera tuvieron la confianza de plantear algo que consideraban
injusto? Mientras pensaba eso, recordaba que mi alumna también dijo: “es que su
voz es muy fuerte, y para nosotros eso es signo de que tiene un carácter fuerte.
Pero ahora que visita a las casas aunque sea domingo, creemos que ya no tanto”.
Todo eso me hizo pensar en la importancia la primera impresión, pero también que
la misma puede mejorar con el desempeño posterior. Eso de que existan cualidades
para desempeñar el papel docente, lo veo como algo incompleto, no sólo son necesarias
para ser docentes sino para ser humanos y personas; y no son las únicas. A fin de
cuentas, todo acaba en un: si te gusta lo que haces, todos los días encuentras una
forma de mejorar.
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