Dentro
de las cualidades que se deben considerar esta la humildad, pues implica
confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Nos ayuda a reconocer que nadie lo sabe todo y que nadie lo ignora todo, difícilmente
sin esta cualidad no sabemos escuchar a los demás pues podemos considerarlo
alejado de nuestro nivel de competencia, en cambio trabajar con la humildad nos
permite y da la oportunidad de escuchar con atención a quien nos busca, sin
importar su nivel intelectual, pues es un deber humano y un gusto democrático
nada estilista.
Otras
de las cualidades que se le deben sumar a la humildad y que se relaciona
directamente con los alumnos es la amorosidad, la cual permite el mejor proceso
de enseñanza, pues con ello puede sobrevivir a las negatividades de su
quehacer.
La
valentía tiene completamente presencia en nosotros, es aquel que nos permite
enfrentarnos a nuestros miedos, como el miedo a perder el empleo, sentimos la
necesidad de poner ciertos límites a nuestros miedos, el sentir miedo es
manifestación de que estamos vivos pero no debemos permitir que nos paralice;
educando el miedo de donde nace la valentía.
La
tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con los que es diferente, a
aprender con lo diferente, a respetar lo diferente, debemos vivir la tolerancia
como algo que asumimos, de lo contrario si tratamos de consentir una
convivencia que de hecho nos repugna, estaríamos tratando con hipocresía lo
cuan no es una virtud. La tolerancia requiere de respeto, disciplina, ética.
La
capacidad de decisión es absolutamente necesaria en el trabajo de formador,
pero la una de las deficiencias de un educador es la indecisión, que se
interpreta como la debilidad moral o como incompetencia profesional.
Un
buen ejemplo pedagógico, es la dirección de la democracia, es tomar la decisión
junto con los alumnos después de analizar el problema.
Una
cualidad que expone es la parsimonia verbal, aquella que está implicada en el
acto de asumir la tensión entre paciencia-impaciencia. Quien vive la impaciente
paciencia difícilmente pierde, quien vive preponderantemente la paciencia,
apenas ahoga su legítima rabia, que expresa en un discurso flojo y acomodado.
Quien por el contrario es sólo impaciente tiende a la exacerbación en su
discurso. El discurso del paciente siempre es bien comportado, mientras que el
discurso del impaciente generalmente va más allá de lo que la realidad misma
soportaría.
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