Después
de iniciar el proyecto de “Enseña por México A.C.” y de llevar al menos tres
meses dedicado a la docencia quiero presentar dos aspectos que considero como
relevantes después de leer algunas hojas del libro “Cartas a quien pretende
enseñar”.
La
primera de ellas se trata de un elemento vital que se desarrolla con el tiempo
en el aula, el desarrollo de la empatía entre docente-alumno; debe ser una de
los objetivos primordiales que el maestro mexicano debe buscar cosechar en el
salón de clases pues ¿De qué manera un maestro puede transmitir conocimientos a
su alumnos si no hay conexión?, una educación sin corazas puede resultar en un
aprendizaje significativo, pues como bien menciona Freire “la tarea del
docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige
seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es
una tarea que requiere, de quien se compromete con ella, un gusto especial de
querer bien… Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien
cuidada de amar” (Freire, 2004, p. 8).
El “querer bien” sin tapujos, sin juicios valorativos, sin argumentos negativos, mucho menos despectivos pero tampoco favoritismos para con los alumnos, y lo más importante; sin etiquetas, requiere del docente una capacidad de empatía y una comprensión de la realidad de sus alumnos que desafortunadamente, no todos los maestros en México poseen. Requiere al mismo tiempo una capacidad de medir las situaciones para no caer en actitudes paternalistas.
“Este
alumno es el bueno, aquel es el malo y ese otro es el peor, no tiene remedio”
este tipo de enunciados son comunes en las conversaciones diarias entre
docentes y ese es un aspecto imperfecto y contrario a la docencia del “querer
bien”, pues se debe comprender que los comportamientos y actitudes de cada alumno
no son en esencia de ellos; sino a mi parecer, son aprendidos de los diferentes
contextos en los que se han desarrollado desde la infancia.
Primero
la familia nuclear, después los amigos y por último la sociedad en general, que
para el contexto de la Sierra Nororiental de Puebla bien debe mencionarse los
“usos y costumbres” son un factor de influencia en el desarrollo de todos sus
pobladores. En general, estos contextos influyen en la formación de la
personalidad de los jóvenes que después llevan y presentan en el aula.
Si
aceptamos esta afirmación como cierta podremos entender porque “Luisito” en
realidad no es un mal portado sin remedio que sólo sabe contestar de mala gana
a sus maestros, tal vez; “Luisito” utiliza esta manera de expresarse como
mecanismo de defensa para no exponer su falta de comprensión del contenido ante
sus compañeros de clase. Es ahí donde entra la capacidad de empatía del docente
para no caer en provocaciones, no enojarse ni castigar sino para acercarse a
“Luisito” y romper esa barrera entre maestro omnipotente y alumno mediocre.
El
desarrollo de la empatía es un primer paso al cual se debe enfrentarse el
docente, más para aquellos docentes que como yo se encuentran inmersos en un
contexto donde los “usos y costumbres” de la región son un componente
fundamental en el desarrollo del alumno.
El
segundo aspecto que saltó a mi razón viene “ad hoc” con la situación actual del
país, pues como buen politólogo no podía evitar dar mi opinión acerca de este
tema.
En
contraste con la reforma educativa de nuestro país, la cual en diferentes
apartados busca evaluar a los maestros de todo el país buscando diferentes beneficios
como pueden ser el encontrar a los mejores y más capacitados perfiles, mejorar
y transparentar la asignación de plazas ante las turbias asignaciones que
anteriormente se hacían a través de los sindicatos y más rigurosamente la
aplicación de evaluaciones periódicas de cuyos resultados dependerá para
docentes y directivos seguir o no seguir con sus puestos es una fina línea
entre lo justo y lo no justo. Por ende totalmente debatible pues como argumenta
Freire “la evaluación de la práctica es un factor importante e indispensable
para la capacitación de la educadora. Lamentablemente, casi siempre evaluamos
la persona de la maestra y no su práctica. Evaluamos para castigar y no para
mejorar la acción de los sujetos” (2004, p.15) por lo tanto es posible decir
que las evaluaciones periódicas que se pretenden llevar a cabo, adolecen de un
mecanismo con el cual se pueda medir el nivel de empatía que un maestro pueda
tener con sus alumnos, ya que se basan solamente en resultados y de esta manera
podemos encontrar personas totalmente capacitadas pero sin “el don de la
docencia” que incluso podrían caer en métodos ortodoxos de enseñanza con tal de
conseguir y mostrar en las pruebas de calidad educativa lo que han logrado con
sus alumnos sin tener en cuenta si hay o no un verdadero aprendizaje
significativo en ellos.
La
educación en nuestro país es un tema de discusión bastante debatible sin
embargo la reforma educativa llevada a cabo por el presidente enrique Peña
Nieto es un buen inicio para activar un sistema educativo bastante desgastado
pues, es un hecho que necesitamos tener cada vez más y mejores estudiantes que
estén verdaderamente capacitados para enfrentar su diario vivir y puedan romper
brechas generacionales que en lo que respecta a la comunidad en donde doy
clases el reto es elevar su calidad de vida.
Referencias
Bibliográficas
Freire, P. (2004) Cartas a
quien pretende enseñar. México: Siglo Veintiuno. Recuperado de http://baseddp.mec.gub.uy/Documentos/Bibliodigi/cartas%20a%20quien%20pretende%20ensenar.pdf
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